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Articles by Alyson Kieda

Amigos verdaderos

En la escuela secundaria, tenía una «a veces amiga». Éramos «compinches» en nuestra iglesia, y ocasionalmente nos reuníamos fuera de la iglesia. Pero en la escuela, la historia era distinta. Si nos cruzábamos a solas, quizá me saludaba, pero solo si no había nadie cerca. Al darme cuenta, dejé de intentar captar su atención dentro de las paredes de la escuela. Yo conocía los límites de nuestra amistad.

Da la vuelta y huye

Ali era una joven hermosa, inteligente y talentosa, con padres amorosos. Pero cuando terminó la escuela secundaria, algo la impulsó a probar heroína. Sus padres notaron cambios en ella y la enviaron a un centro de rehabilitación, tras lo cual ella admitió cómo la había afectado. Después del tratamiento, le preguntaron qué diría a sus amigos sobre probar drogas. Su consejo fue: «Da la vuelta y huye». Instaba a que «solo decir que no» no era suficiente.

Un legado de fe

Mucho antes de que Billy Graham aceptara a Cristo como Salvador a los 16 años, sus padres ya demostraban su devoción al Señor. Nacidos en familias cristianas, después de casarse, continuaron su legado de fe criando con amor a sus hijos, orando, leyendo las Escrituras y asistiendo fielmente a la iglesia con ellos. El sólido fundamento de los padres de Billy fue parte del terreno que Dios usó para que él también creyera y, finalmente, respondiera a su llamado como denodado evangelista.

Apenas un soplo

La repentina muerte de mi amiga de la niñez me hizo recapacitar sobre la cruda realidad de la muerte y la brevedad de la vida. Tenía solo 24 años cuando perdió la vida en un trágico accidente automovilístico. Tras crecer en una familia disfuncional, hacía poco que había creído en Cristo y su vida había empezado a mejorar. ¿Cómo podía ser que su vida terminara tan pronto?

Palabras que hieren

«Esqueleto, esqueleto», se burlaba el niño. «Fideo», se unió otro. Yo podría haberles contestado: «A palabras necias, oídos sordos». Pero incluso de niña, sabía que era difícil poner en práctica esa conocida frase. Me resultaba imposible no escuchar las palabras crueles que me lastimaban peor que si me hubieran arrojado una piedra o pegado con un palo.

No arrojar piedras

A Lisa no le gustaban los que engañaban a sus cónyuges… hasta que ella misma se sintió profundamente insatisfecha con su matrimonio y luchaba para resistirse a una atracción peligrosa. Esa dolorosa experiencia la ayudó a generar una nueva empatía hacia los demás y una mejor comprensión de las palabras de Cristo: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra» (Juan 8:7).

Florecer como una flor

Mi nieto menor tiene solo dos meses, pero cada vez que lo veo, observo pequeños cambios. Hace poco, mientras lo arrullaba, ¡me miró y sonrió! De pronto, empecé a llorar. Quizá era una mezcla de alegría y el recuerdo de la primera sonrisa de mis propios hijos; que fue hace mucho, pero que lo siento como si fuera ayer. Algunos momentos son así: inexplicables.

Recuerdo de mi padre

Cuando pienso en mi padre, lo recuerdo mejor al aire libre, martillando o cuidando el jardín, o trabajando en el sótano en su taller lleno de herramientas y artefactos fascinantes. Siempre estaba ocupado en alguna tarea o proyecto; a veces, construyendo un garaje, una plataforma o una casa para pájaros; otras veces, haciendo llaves; y en ocasiones, diseñando joyas y vitrales.

Dios oye

Diana escuchaba mientras otros pedían oración por familiares y amigos que enfrentaban dificultades o enfermedad. Aunque tenía un pariente que luchaba contra una adicción hacía años, mantuvo su petición en silencio, ya que no podía soportar ver la reacción de los demás ni oír preguntas y consejos que solían surgir cada vez que decía algo. Sentía que era mejor mantener guardado este tipo de petición. Había quienes, simplemente, no entendían cómo su ser querido podía ser creyente en Cristo y, aun así, tener esa lucha diaria.

Pedir perdón

En 2005, Collins falsificó informes que llevaron a McGee a prisión durante cuatro años, y este juró encontrar a Collins cuando saliera y vengarse. Finalmente, McGee fue exculpado, pero ya había perdido todo. Mientras tanto, se descubrió que los registros de Collins eran falsos, y él también fue preso. En la cárcel, los dos conocieron a Cristo como Salvador.